Para salir desde Sarria hay dos rutas. Una un poco más corta y por la carretera y otra, más larga, por un camino entre castaños. Siguiendo las flechas amarillas desde la Rúa Maior nos dirigimos a la segunda.
Después de una pequeña cuesta abajo por asfalto llegamos a las vías del tren. tras cruzar las vías hay que agarrarse bien al manillar porque viene una subida con una fuerte pendiente. Al poco de empezar a subir hay demasiadas piedras y tengo que bajarme y empujar, aunque no mucho porque no es muy larga.
El camino está lleno de pequeñas subidas y bajadas que cada vez convencen menos a mis acompañantes que, al acabar de desayunar en Mercado da Serra, deciden seguir hasta Melide por la carretera. Yo decido que voy a seguir por el camino. Los paisajes son preciosos y hay una atmósfera extraña a la vez que enriquecedora. Parece como si en cualquier momento pudiera salir de la niebla alguna meiga. El camino discurre entre pazos y pequeñas aldeas con pequeñas cuestas que van agotando mis piernas.
Entre esas cuestas hay algún descenso un poco más trialero que dan pie a lucirse y disfrutar un poco más.
Como voy solo no tengo que estar esperando o mirando si paran o no. Sigo a mi ritmo subiendo o bajando preocupándome sólo de dar pedales. Alguno de los tramos es más bien impracticable con la bicicleta y dudo mucho que sea cómodo para ir andando. Con estos caminos no hay más remedio que bajarse y empujar.
Sin prisa pero sin pausa llego a Brea, aldea donde se encuentra el hito de los 100 kilómetros. La barrera psicológica de las tres cifras ha caído, a partir de ahora los kilometrajes tienen sólo 2 cifras. Parece mentira pero llevo ya más de 700 kilómetros montado en Kona. Increíble.
Durante todo este tramo se pueden ver Horreos estupendos. Es una maravilla el efecto que hacen al paisaje y cómo contribuyen a esa atmófera tan especial de Galicia.

Sigo mi camino y comienzo el descenso hacia el embalse de Belesar, un viejo amigo, y hacia la ciudad de Portomarín. El ascenso a la ciudad es bastante fuerte pero, al llegar arriba, me encuentro con una de las iglesias que más me han gustado.
A la salida de Portomarín y hasta Melide el camino discurre paralelo a la carretera. Con el cansancio que llevo acumulado me echo al asfalto para llegar cuanto antes al albergue. La subida es muy larga y pesada. Las pocas fuerzas que me quedaban las gasto en tirar de la bicicleta y las alforjas hacia arriba. La carretera sube y baja contínuamente aunque las bajadas son más bien cortitas con lo que no se puede recuperar nada.
Al llegar a Palas del Rey estoy destrozado y veo que me quedan todavía 15 kilómetros. Ufff.
En fin, no puedo hacer nada más que montar y seguir pedaleando.
Los kilómetros van cayendo poco a poco entre subidas, bajadas y peregrinos light (de los que sólo hacen 100 kilómetros, que cosa más absurda)
Al llegar a Melide los Murcianos han llegado ya y están en una terracita tomando una cerveza. Empezamos a ver si queremos seguir o quedarnos aqui. Yo decido ir al albergue y quedarme. Hasta Arzúa quedan otros 15 kilómetros y no me veo con fuerzas.
Vamos juntos al albergue (el único que hay en Melide) y nos dicen que las bicicletas tienen que esperar. Malditos peregrinos light!!!! En fin, me voy a comer pulpo al Ezequiel con Nemesio mientras que Antonio y Sergio se han perdido, es posible que hayan seguido. Junto con Nemesio me zampo una ración de pulpo que no es normal.
Una vez montados en las bicicletas se nota la ración y las cervezas. Cuesta bastante pedalear. Vamos al albergue y nos dicen que tenemos que seguir esperando. Me cago en la leche....
Seguimos hacia el siguiente albergue.
Me cuesta un mundo pedalear y nada más salir de Melide comienza un tramo de rompepiernas. Si ya estaba cansado esto me está matando. Evidentemente vamos por la carretera porque para mi es impensable llegar sano al próximo albergue sano si voy por el camino. En el desvío de Ribadixo encontramos a Antonio y Sergio al lado de un hombre que está a la caza de peregrinos para llevar al albergue privado que está en Arzúa. Estamos destrozados así que salimos corriendo para Arzúa. Bueno, corriendo corriendo no, más bien arrastrándome, porque es todo subida.
Llego a Arzúa más bien hecho una piltrafa, con unas ganas de ducharme locas y con tantas ganas de morirme allí mismo como de ducharme.
Una vez limpito me voy a comprar la cena y a dar una vuelta por Arzúa.
Solo quiero decir una última cosa. Arzúa es feísimo.








No hay comentarios:
Publicar un comentario