jueves, 16 de octubre de 2008

Etapa 12. Arzúa-Santiago de Compostela.



Después de 11 días de pedaleo contínuo amanece el decimosegundo y último día de aventura. Gracias a que ayer tuve que avanzar 15 kilómetros más, hoy sólo me quedan unos 36 kilómetros hasta mi destino.
Al contrario de lo que muchas personas sienten en este momento, yo no estoy triste. Estoy pletórico, alegre, ilusionado e impaciente. Lo único que quiero es montar en Kona y pedalear como un poseso hasta Santiago. No estoy apenado, estoy contento porque he llegado hasta aqui, por haber vivido esta emocionante aventura.
Un buen amigo me enseñó que no hay que estar triste porque se acaban las experiencias, sino tremendamente contento y agradecido por haberlas vivido y eso es lo que pretendo aplicar.
Al mirar por la ventana me doy cuenta de que está lloviendo. el camino me va a despedir al más puro estilo de Santiago. Está bien, me pongo el impermeable, pongo el cubrealforjas y, después de desayunar me monto en Kona y me pongo a pedalear.
Llevo un ritmo frenético. Nemesio ha salido primero y Antonio y Sergio están detrás.
Nada me para. Cuesta arriba unos 18 km/h. Cuesta abajo ronda los 60 km/h.
La impaciencia me puede. Pedaleo con el corazón, con fuerza. A este ritmo los kilómetros caen uno tras otro y es posible que llegue a la misa del peregrino.
El cielo, que se había levantado un poco tonto, va despejándose, dando paso a un azul precioso. En este momento el impermeable me sobra y como está viejo y desgastado lo cuelgo en una señal, quizás alguien lo necesite.
Sigo acercándome.
A lo lejos veo a Nemesio que ha parado a tomar un café. Por fín le cojo. A él le pasa lo mismo. Va acelerado para llegar cuanto antes. Al poco de parar nos adelantan Antonio y Sergio que no paran.
De nuevo en marcha, en esa marcha frenética hacia arriba o hacia abajo, es igual. Las fuerzas llegan a las piernas desde todos los puntos de mi cuerpo. Todos los músculos en tensión, todos. El corazón late a 100 mientras los kilómetros siguen cayendo.

En todo el camino no había llevado este ritmo. Santiago tira de mi. Fuerza en las piernas y aire en los pulmones. Los kilómetros caen.

Y caen.

Después de una bajada brutal me meto de lleno en una niebla poco recomendable con la que no se ve un pimiento. Gracias al chaleco y a la luz de la bicicleta dejo de ser un bulto para ser un bulto que se mueve. Un poco de niebla no me va a frenar a estas alturas así que sigo tirando de cuadriceps y gemelos.
Con niebla llego al desvío de la autopista, donde está el aeropuerto. Allí, una especie de escultura te recuerda hacia donde te acercas. Las emociones se apelotonan. Ya llego.

En este momento nos reagrupamos para ir juntos hasta Santiago. La emoción nos inunda y no podemos disimularlo. Estamos felices por haber llegado hasta aqui. Después de unos 800 kilómetros ya estamos llegando. Es increíble. Al poco de reagruparnos vemos otro cartel que nos deja impresionados. El cartel del paso de las dos cifras a una sola cifra. Menos de 10 kilómetros. Menuda pasada.

Subidón de ánimo que nos empuja a tirar más que nunca hasta el Monte do Gozo. Ya estamos a unos 4 kilómetros de Santiago. 4 kilómetros me separan del final de una de las etapas más maravillosas que he vivido.
Ni la lluvia, ni la niebla, ni el frío, ni el sol pueden pararme ya. Sólo me queda una fotografía obligatoria que hacer, sólo una: la del cartel de entrada a Santiago.
Comenzamos a bajar desde el Monte do Gozo. La ciudad se ve al fondo y ahora el corazón va a 200 por hora y las piernas a lo que pueden.
Cada vez más cerca.
Ahora no duele nada. No hay dolor en la rodilla, ni en la espalda, ni en el culo. Nada. Sólo hay un objetivo y estoy tan cerca de él que el resto del mundo no existe.
Cuesta abajo y sin frenar comienzo a ver el recuadro rojo con las tres primeras letras "San..". Me paro para hacer la foto de la alegría.

Un poco más delante hay otro cartel. En este nos paramos para tener una foto juntos.

YA ESTAMOS AQUI!!!!
Los nervios se apoderan de mi. Sólo pienso en recorrer los últimos metros que nos quedan hasta la plaza del Obradoiro. Últimos metros que se hacen eternos.
Entramos en el casco antiguo y seguimos hacia nos dice la intuición. La entrada es un poco caótica, incluso hay un momento que no sabemos por dónde ir. Hacia abajo. Por fín hay que ir hacia abajo!!!
Vemos la catedral. Pasamos por el arco y por las escaleras. Monto en la bici por última vez y entro en la plaza del Obradoiro. POR FIN!!!!!!
Gritamos, reímos y sobre todo nos felicitamos por haberlo conseguido.
Según el velocímetro sólo han sido 817 kilómetros y 87 horas encima del sillin pedaleando. 12 días después de salir desde Roncesvalles y muchas personas maravillosas después estoy aqui!!!

Como ellos dicen: Los tres viejos y yo.

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